Todo parece que se reducía a una lágrima diaria, al pago
religioso y prorrateado de la metralla que arrojé al estallar. Cierto que gran
parte de las piezas, de las que te apoderas, te pertenecen, que comparto la
propiedad con tus excesos y con los
huesos de nuestro pasado mecidos en lo alto de una higuera, esperando algún olvido
o al niño que sacia con sus últimas arrugas la infancia longeva, muerta de sed.
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