Pensares
que abarcan vistiendo las horas, llenando la tarde sin gota de tiempo. Se queda
en ayunas el hambre de amante, mi media manzana y el tacto del cuerpo.
La ola que ahoga y su espuma que teje,
el avance
del tatuaje enraizado en mi mente.
¿Quién
pasa la raya?, ¿cómo allano el suelo del puente?, ¿quién tiende la mano a lo
que exhalo estridente?
¿Quién
oye el silencio?, ¿quién más come tierra en el desierto?
A raudales,
¿Cómo
puedo existir si aquí no me piensan?, ¿qué coqueta materia goza del gusto?,
¿quién se alza permanente?, ¿de qué está hecho aquello que no perece?
Me sabe el alivio como debe saber el destino: a rienda
seca, a trenzas envueltas, a leche de coco,
a playas en Venus, a charcos de nieve, a marcos y el hueco y a cielo
caliente... Por ojos no cedo, por otros no paso, por desacato me planto y calo
las flores.
Te vi los quereres, abrí cremalleras, los bulbos se
mezclan entre la cal y la arena. La lluvia se acerca, el techo la reta, no cojo
las piedras ni aparto el escudo, no cuela la leche, se siente el adulto. Mi
niña y su lengua, el proyecto no mezcla, se dio por vencida la disolución de
emociones, se enterraron pasiones en un tramo con cuesta, la regla no nace si
no se entrevera.
La vida no admite verdades a medias, no se vence a la
esencia, no hay hilos ni telas, no vende
cordura, no simula razones…
La espuela que doma, mi libertad chorreante, la hemofilia
que asoma su alud de sorpresas.