18.11.14

Direcciones –

Después de todo, los pilares sobre los que edificamos conscientemente esa dirección vital y moral que predicamos y defendemos, apoyados por todas las categorías en las uno mece y erige a la figura-hombre que le alienta, no hay más que desterrar al ego, al personaje,  para ver que somos peleles de nuestro blando psiquismo.
Las líneas que delimitaban la promesa que cumplía el madurar en un espacio real siempre y cuando coloreases dentro de las mismas, se simplifican con el proceso de tiempo, destruyendo los márgenes y figuras, aumentando el espacio vacío en el centro.
Perdidos en la abundancia vacua de nuestras dudas y falsos menires, nuestros pilares plegables y sus audibles caídas entre lo banal y las risas que ocupan el hueco de los silencios que nunca se piensan y que acarrean parte de esa imagen que uno trata de tener de sí mismo..

El distrito psicótico improvisa su ego, atando los cabos de todos esos trazos sueltos que fueron premisas.
Dentro de ese vacío se introduce  la medida que estima de eso que llaman correcto, concreto, elementos manidos que sujetan lo que son porque creyeron haber sido.

Cuando el tiempo y su juicio desmedido abocan al hombre a clavar sus principios en las marcas donde sus uñas se agarraban sangrando, sabiendo, que ellos, los principios, contradictoriamente, vinieron del caos y la nada, que éstos no existen si no son creados, 

Cuando la idea contrahecha, cosida a la medida del pecado, del destrozo que supone cada paso que desanda la potencia con hechuras de secuencia o pulsión, 

Cuando la idea se convierte en voluntariosa ecuación que pone los pasos en éste amago que es camino.

Cuando se hace a la medida de lo amado, de la confusión que ha contaminado la infusión de cada día, 
de la belleza que se desentierra rompiéndola para componerla de nuevo, 

Cuando la defensa se ha hecho con un religiosidad concreta y su trampa, afiliada la alimenta

Arraiga cierto apego a la vida barata, a las grandes disculpas, al peso  fascista, a la medida que reina endiosando al sistema inclinado, para mantener el desequilibrio.
Y con frecuencia la duda, incómoda de lo cómodo, de creer en dios y en el demonio, enemiga del ego y del estiércol donde crece, golpea donde duele al hombre
por redundarseendeudarse y estrellarse una y otra vez contra la propia psicología.