31.5.12

Alguna fábula que de consistencia, algún cuento que pueda dar asiento al sonambulismo.



Estallido nació riendo porque siempre estuvo ahí, pero preso de manzanas, cantando una larguísima nana sobre la que dormía ingrávido.

En un pozo de viscosos  sentimientos el desencuentro que causó meterlo entre cuatro paredes derribaba lo obsoleto, hacía rechinar sus sueños como el fuego se crispa en el hogar.

Una cena, un volver a mirar y la realidad del instinto que, agresivo y a toda velocidad desenvolvía su autonomía sin permiso, hicieron inquilino de su arrojo y sus caprichos a su propio cuenco y dueño, boquiabierto y servicial, ignorante ante esas fuerzas brutas aliadas con el agua que arrasa abriendo cauce..

Intervino el tiempo sin necesidad de excusarse, metió clarividentes conjeturas bajo la ducha con ahínco, un velludo panorama desengañaba aquél capricho, una turbadora  obsesión, un desempolvar la pasión, hicieron de Estallido una masa de sentimientos vivos que le dieron camino de estampida y una brisa que agita la esperanza de acabar en libertad. 
Vio cristalino el precipicio que crecía entre la ceguera y el deseo. Tramitó con silencio acueductos sobre reductos infectados, y después, con guerreros golpes en la puerta y a caballo, sin saberlo iba agrandando la brecha entre la insolencia y el rechazo.

La seguridad novata de saber lo que es amar mantuvo firme el mimbre con que ensambló las piezas de una casa de cristal, como mensaje que se tira al mar por el estrecho lazo que guarda con la inmensidad, y la transparente y corpulenta evidencia y su haz de persistencia por la fuerza del rodar.

Un trago sin sal como bandera, el crecer en dirección a la tierra pensando que la espuma lamería,  armaron de sequía la chorreante soledad de Estallido, y la exuberante individualidad hambrienta de besos se esfumó.

El amor en la pantalla, silueta de una burla que estira las venas para verlas moradas, hizo a Estallido que viera certeza en los muros de olas que sombrean tenebrosos un fondo de algas con dientes que alcanzan, con su ausencia, la desilusionada pena de un tren en cocheras.

Un paso atrás, un caminar de espaldas alejaban el miembro del engendro de su propio crecimiento y desarrollo. Ser potro y correr despavorido le llevaron al dimensionado mundo de  un encuentro musical.
Puentes, carreteras, prismáticos y vago llanto, tachuelas para el manto, la lengua y su saliva, le hacían olvidar al astro que con su lejanía enfriaba el fluido del volcán que era Estallido,  encaramado a un aislado desconcierto, torpe y pétreo, sito en un privado ensueño de confusión sin domar.
Lápidas  plantadas sobre melodías hacían hermético el sudor de un olor en el recuerdo, se iba diluyendo la obsesión con otros vientos, siseaba el motor bajo su cuerpo, y en la localidad de la alegría juntó las manos con el ritmo que le había rodeado. El silencio del alma que emanaba un anhelo inalcanzable con el desprendimiento de esa vitalidad iba cicatrizando.
Y en ese final de nuevo mundo, un rayo intruso tiró del hilo, disconforme con la cirugía del renombre, activando contracciones, chorros de profundas visiones en vilo, y Estallido, cayendo cautivo de la intemperie, del peso de tenderse, se sumió, bajo el sol, soslayo pasadizo, laberíntico, circunscrito en su luz, sonando laúd de renacimientos en cementerios de aquello, que muerto, se es de por siempre.

Y goteando se hizo niño, deshecho en un florido juego de invención, de sumisión al misterio, de fiesta y floreros con agua estancada, preparada bañera para lo que acaba mojando sus pies con placer masoquista, con perseverancia y locura de autopista, con la magia y la quemadura de la chispa. La esperanza, arrancada de su lecho, bailaba suelto su antiguo sueño congelado, entre espasmos carcelarios, en un mismo sitio, llamando, clamando para que el sol pisara el suelo, esperando, borracho por el aliento a palabras, enfermo de anemia por la falta de hierro para sostenerlas, adicto a la narcolepsia, ardiendo de frío, combativo, ingenuo y pueril.
Presentes estaban, la conciencia y el subconsciente, posiblemente las leyes del psicoanálisis, pedazos prehistóricos, femeninos arrebatos, persecuciones de su propio rabo, ruletas sin fortuna y un espía sin tabaco…
Cartas que decían, Temario de pescadillas, el anzuelo de mis manías, una certeza descolgada, una esperanza disecada... la pared contra la que, acolchada, recaigo jadeando como chapotear en el agua.

Y su guía, una brújula sin la aguja  que lo ahogaba en su propia turba, imantada al centro donde el agua es más profunda. Construyendo túneles con teselas y todas misteriosamente cortas, ninguna era, pieza del puzle que en la lumbre había dado forma.

Así llegó a una ciudad de panales rellenos de ácidos frutales, de luminosas noches de caos imparable, de hambre y comida, la vida de Peter, el pan de pistolas, labios y bocas. El silencio en un grito, el desencuentro por escrito, amor en los puños, baldías preguntas, muchas flores y escoceduras.
Una primavera nevada, una parada del tren, el retroceder de perretas, espesa saliva, la serpiente y la selva, la tripa como pista de aterrizaje para el tedio. La poesía temida, la pragmática pesadilla, el café sin un vaso, el cortado sin vértigo.
Tesoreros del tiempo, exprimidores del pensamiento, el fluido caliente, la cama vacía.
La libertad como prima de riesgo, las alas en tiestos, el color exhumado, saltar descalzo...

E iba desmigando….,

un vuelco, un otro, el diálogo, ramaje, el objeto, la idea, el sujeto y su anhelo.
Vivir tras un espejo las dolencias del eco, correr el riesgo de perder la cabeza, que la verdadera carencia sea de orgullo, que el revuelto no traiga huevos. Viajero destemplado, torbellino suicida, ciudades vacías, un tumulto de ruidos sin orden.
Y así, se desinflaba como un globo, mordido por el lobo parisino cuyo objetivo era el rojo obsesivo de un sacrificio vengativo asesino de la piel cantante. Alimentando el hambre de las venas que esperan el flujo sanguíneo..
¿Desaparecería el hilo?, ¿seguiría vertical, con anzuelo al otro extremo y cristal para brindar? ¿Se olvidaría del cuerpo en el cuarto ropero?, ¿haría carrera en otro lunar?
Y seguía el nudillo, sobre madera su trino:
-Si me quitas el querer verte, los demás quereres, ¿se desvanecen?....
porque es el dulce el que seduce... porque será que mi ser conduce la hormona hasta tu orilla, porque oscurece el horizonte que conjugo y no rozan pestañas la noche que acalla lujuria... las lupas calientan nocturnas escenas como buen recaudo del amante de lo nimio, del mismo sastre que el del suspiro.

Y no se desprende del tono dejado por el sol en lo alto, y no se reducen los granos de tierra…
siempre certera la imagen porque es ella quien me respira..
con el ansia del mañana, junto a los guantes y la azada, con la risa y las lágrimas aguándome la tinta, con la tira de piel colgando de un canto a tarzán...

La fuerza expansiva del deseo tiene poca competencia, la maceta y el jardinero un poder sobrenatural,
y la verdad todas las caras…

Tu seguridad me llega a convencer, y el tren da media vuelta, se queda en origen, que es la ruta que eliges y es por donde tocaba pasar, y se tiñe la fábula, se vuelve a contar.
Si lo que se reprime no fue ni será, conforma carencia rolliza, o podía haber sido alguna niña que buscaba las cosquillas a la seriedad.
La imaginación permuta sus cartas, cuadra coordenadas 
para una nueva realidad.

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