Estallido
nació riendo porque siempre estuvo ahí, pero preso de manzanas, cantando una
larguísima nana sobre la que dormía ingrávido.
En un
pozo de viscosos sentimientos el
desencuentro que causó meterlo entre cuatro paredes derribaba lo obsoleto, hacía
rechinar sus sueños como el fuego se crispa en el hogar.
Una
cena, un volver a mirar y la realidad del instinto que, agresivo y a toda
velocidad desenvolvía su autonomía sin permiso, hicieron inquilino de su arrojo
y sus caprichos a su propio cuenco y dueño, boquiabierto y servicial, ignorante
ante esas fuerzas brutas aliadas con el agua que arrasa abriendo cauce..
Intervino
el tiempo sin necesidad de excusarse, metió clarividentes conjeturas bajo la
ducha con ahínco, un velludo panorama desengañaba aquél capricho, una
turbadora obsesión, un desempolvar la
pasión, hicieron de Estallido una masa de sentimientos vivos que le dieron
camino de estampida y una brisa que agita la esperanza de acabar en
libertad.
Vio
cristalino el precipicio que crecía entre la ceguera y el deseo. Tramitó con
silencio acueductos sobre reductos infectados, y después, con guerreros golpes
en la puerta y a caballo, sin saberlo iba agrandando la brecha entre la
insolencia y el rechazo.
La
seguridad novata de saber lo que es amar mantuvo firme el mimbre con que ensambló
las piezas de una casa de cristal, como mensaje que se tira al mar por el
estrecho lazo que guarda con la inmensidad, y la transparente y corpulenta
evidencia y su haz de persistencia por la fuerza del rodar.
Un
trago sin sal como bandera, el crecer en dirección a la tierra pensando que la
espuma lamería, armaron de sequía la
chorreante soledad de Estallido, y la exuberante individualidad hambrienta de besos
se esfumó.
El
amor en la pantalla, silueta de una burla que estira las venas para verlas
moradas, hizo a Estallido que viera certeza en los muros de olas que sombrean
tenebrosos un fondo de algas con dientes que alcanzan, con su ausencia, la
desilusionada pena de un tren en cocheras.
Un
paso atrás, un caminar de espaldas alejaban el miembro del engendro de su propio
crecimiento y desarrollo. Ser potro y correr despavorido le llevaron al
dimensionado mundo de un encuentro
musical.
Puentes,
carreteras, prismáticos y vago llanto, tachuelas para el manto, la lengua y su
saliva, le hacían olvidar al astro que con su lejanía enfriaba el fluido del
volcán que era Estallido, encaramado a
un aislado desconcierto, torpe y pétreo, sito en un privado ensueño de
confusión sin domar.
Lápidas plantadas sobre melodías hacían hermético el
sudor de un olor en el recuerdo, se iba diluyendo la obsesión con otros
vientos, siseaba el motor bajo su cuerpo, y en la localidad de la alegría juntó
las manos con el ritmo que le había rodeado. El silencio del alma que emanaba
un anhelo inalcanzable con el desprendimiento de esa vitalidad iba cicatrizando.
Y en
ese final de nuevo mundo, un rayo intruso tiró del hilo, disconforme con la
cirugía del renombre, activando contracciones, chorros de profundas visiones en
vilo, y Estallido, cayendo cautivo de la intemperie, del peso de tenderse, se
sumió, bajo el sol, soslayo pasadizo, laberíntico, circunscrito en su luz,
sonando laúd de renacimientos en cementerios de aquello, que muerto, se es de
por siempre.
Y
goteando se hizo niño, deshecho en un florido juego de invención, de sumisión
al misterio, de fiesta y floreros con agua estancada, preparada bañera para lo
que acaba mojando sus pies con placer masoquista, con perseverancia y locura de
autopista, con la magia y la quemadura de la chispa. La esperanza, arrancada de
su lecho, bailaba suelto su antiguo sueño congelado, entre espasmos carcelarios,
en un mismo sitio, llamando, clamando para que el sol pisara el suelo,
esperando, borracho por el aliento a palabras, enfermo de anemia por la falta
de hierro para sostenerlas, adicto a la narcolepsia, ardiendo de frío, combativo,
ingenuo y pueril.
Presentes
estaban, la conciencia y el subconsciente, posiblemente las leyes del
psicoanálisis, pedazos prehistóricos, femeninos arrebatos, persecuciones de su
propio rabo, ruletas sin fortuna y un espía sin tabaco…
Cartas
que decían, Temario de
pescadillas, el anzuelo de mis manías, una certeza descolgada, una esperanza
disecada... la pared contra la que, acolchada, recaigo jadeando como chapotear
en el agua.
Y
su guía, una brújula sin la aguja que lo
ahogaba en su propia turba, imantada al centro donde el agua es más profunda. Construyendo
túneles con teselas y todas misteriosamente cortas, ninguna era, pieza del
puzle que en la lumbre había dado forma.
Así
llegó a una ciudad de panales rellenos de ácidos frutales, de luminosas noches
de caos imparable, de hambre y comida, la vida de Peter, el pan de pistolas,
labios y bocas. El silencio en un grito, el desencuentro por escrito, amor en
los puños, baldías preguntas, muchas flores y escoceduras.
Una primavera
nevada, una parada del tren, el retroceder de perretas, espesa saliva, la
serpiente y la selva, la tripa como pista de aterrizaje para el tedio. La
poesía temida, la pragmática pesadilla, el café sin un vaso, el cortado sin
vértigo.
Tesoreros
del tiempo, exprimidores del pensamiento, el fluido caliente, la cama vacía.
La
libertad como prima de riesgo, las alas en tiestos, el color exhumado, saltar
descalzo...
E iba
desmigando….,
un
vuelco, un otro, el diálogo, ramaje, el objeto, la idea, el sujeto y su anhelo.
Vivir
tras un espejo las dolencias del eco, correr el riesgo de perder la cabeza, que
la verdadera carencia sea de orgullo, que el revuelto no traiga huevos. Viajero
destemplado, torbellino suicida, ciudades vacías, un tumulto de ruidos sin orden.
Y así,
se desinflaba como un globo, mordido por el lobo parisino cuyo objetivo era el
rojo obsesivo de un sacrificio vengativo asesino de la piel cantante.
Alimentando el hambre de las venas que esperan el flujo sanguíneo..
¿Desaparecería
el hilo?, ¿seguiría vertical, con anzuelo al otro extremo y cristal para
brindar? ¿Se olvidaría del cuerpo en el cuarto ropero?, ¿haría carrera en otro
lunar?
Y seguía
el nudillo, sobre madera su trino:
-Si me
quitas el querer verte, los demás quereres, ¿se desvanecen?....
porque
es el dulce el que seduce... porque será que mi ser conduce la hormona hasta tu
orilla, porque oscurece el horizonte que conjugo y no rozan pestañas la noche
que acalla lujuria... las lupas calientan nocturnas escenas como buen recaudo
del amante de lo nimio, del mismo sastre que el del suspiro.
Y no se
desprende del tono dejado por el sol en lo alto, y no se reducen los granos de
tierra…
siempre
certera la imagen porque es ella quien me respira..
con el
ansia del mañana, junto a los guantes y la azada, con la risa y las lágrimas
aguándome la tinta, con la tira de piel colgando de un canto a tarzán...
La
fuerza expansiva del deseo tiene poca competencia, la maceta y el jardinero un
poder sobrenatural,
y la
verdad todas las caras…
Tu
seguridad me llega a convencer, y el tren da media vuelta, se queda en origen,
que es la ruta que eliges y es por donde tocaba pasar, y se tiñe la fábula, se
vuelve a contar.
Si lo
que se reprime no fue ni será, conforma carencia rolliza, o podía haber sido
alguna niña que buscaba las cosquillas a la seriedad.
La
imaginación permuta sus cartas, cuadra coordenadas
para una nueva realidad.
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