19.11.15

La complejidad de lo concreto ante la facilidad versátil e infinita de lo abstracto

Es fácil mirarse y asentir cómplices de algún significado. Es fácil abstraerse hasta imaginar nuestro propio entendimiento, hasta construir una casa en algún árbol donde creemos se encuentra el conocimiento y después poner ladrillos o crear estructuras sin sudar.
Es fácil equivocarse en un concepto y girar en seco, cambiar el rumbo, borrar sus huellas...
Es fácil hacerlo nuestro, porque no hay alternativas.

El significado de las palabras tiene siempre algo de semejanza con el que las cree comprender y las hace suyas; se recrean en su espejo sintiendo por dentro el correr de las neuronas, el riego del humano..
Es fácil recabar y estamparse, olvidarse las palabras en algún sitio aún por habitar, reprocharle al recuerdo, al diccionario, a la idea, recortarla, dividirla, embestir y comenzar.
Con palabras como amor o libertad, como el vacío o la nada, todos comulgamos, todos, hendidos, compartimos la empatía del abstracto, de la herida, del sonido, del bucle que ha cubierto las palabras con una capa de piel y senderos arrugados.

 Viajar hasta el interior de las ideas tiene un ticket de ida y vuelta, cuesta el precio de encontrarlas, de buscarlas, masticarlas, de la suerte, de la audacia o la paciencia.. de que te golpeen de frente y entren de lleno, dependen de ese rozamiento existente entre nuestros propios límites y materiales y las contingencias que crean el pasado y el presente en lo que llamamos individuo.

La comprensión se da a tantos niveles como números existen, como individuos interpretan.
El entendimiento es tan abstracto y sus parajes tan indefinidos que, encontrarse en algún punto del telar, del entramado inasible y dinámico que aflora y se desvanece en mentes encerradas en sus cráneos herméticos aspirando a traducirse, es siempre un espejismo.
Darse la mano en los rincones del cerebro es materialmente imposible, es siempre un acto de fe sincronizado y abierto de las ideas vívidas y ansiosas por escapar de la soledad.

Sin dimensiones exactas ni una forma concreta, el tejido neuronal que trata de establecer parámetros y agarrarse a las construcciones que imagina, se encuentra con el otro, con la expresión del otro, y en ese soporte intangible convergen las imaginaciones de ambos, tocándose tal vez...


Lo concreto puede poseer atribuciones ajenas a sus características puras; Atribuciones (inyectadas) propias del sujeto que las piensa, analiza y enlaza con la materia circundante que incluye a sus ideas, contribuyendo a la riqueza del híbrido y la reciprocidad de la existencia, a esa diversidad que reflejan todas las cosas, como un pacto de inmanencias y dotaciones,
en el que (se) encuentra el mundo (en) compañía.

Los individuos pensantes tratan de mimetizarse con lo que ven hasta reproducirlo por dentro y adueñarse de sus formas y propósitos, del sentido, que sentencian conduciendo conclusiones con semántica, activa o pasiva, pero casi siempre ferviente, como hace ésta especie defendiendo territorio intelectual...

En lo concreto todos encuentran sus dudas para reducirlas al segundo y poder tomar decisiones sin caer por el hueco del tiempo atrasado.
El acierto es un candor, una creación demasiado humana.
Tantos elementos en trasteros del pasado, en los pelos de la lengua, en las propiedades de los juicios que señalan con el dedo y justifican el comportamiento y los disfraces y su miedo y las disculpas y el por qué...

Al contacto con el otro se redefinen las ecuaciones que sirvieron de cristal graduado para observar el mundo, e  incorpora dimensiones que estructuran, descomponen, suplementan, matizan o solidifican nuevamente, los elementos, para que crezcan como todo lo vivo, para que avancen, igual de aislados, pero con más materiales, reales o irreales, que oxigenan y pluralizan el resultado del pensamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario