25.6.13

Principios de un sistema regido por leyes universales

La superproducción y lo desechable lo crearon la codicia que pretende perpetuarse a sí misma más allá de su existencia.
Un dios en la tierra, la condena industrial, una enfermedad post-generacional, una apestosa herencia que se regenera, que su cuestión vital se centra en la creación forzosa y exponencial de sí misma. Es una pandemia que pretende que todo perezca para que se renueve entre sus dedos la necesidad.
Acaba siendo dueña de lo esencial, inventándole un sentido comercial al individuo para poder ser motivo, sentido y cura de su psico.
El infinito producto-pueblo y su estado, la creencia de que lo desechable es un adelanto, la libertad, el borrón y cuenta nueva, la limpieza sin bacterias, sin el germen residente de un lastre y una historia, sin una antigua cultura de porras y churros, de botas y vino, de carne cazada, de sangre derramada  sobre la ciencia y la ganadería intensa con callos y ampollas, de ojos que no ven y locomotoras llenas de piratas, de medios y alcance, de vociferios invisibles y órbitas lunares.

Transmisión de valores, traspaso de prismas para que le hablen al mundo de razas, de semillas, de piedras galácticas, de átomos y escurridizas estrellas, para que quieran cuidarlo, cuidarse, para que se ensarte el tiempo en las generaciones de tal manera que no pierdan la cuenta ni el nudo de las trenzas cuando se quieren que peinar.

...la traducción que sobre la vida predican los padres, la clase de inversión en la desviación, la escolarización del sentimiento y del instinto, la muerte del salvajismo, la suerte del niño, lo confundidos que andamos todos, los reyes magos repartiendo carbón, facilitar la satisfacción de la necesidad universal con la inmediatez de una ley que es adaptable, flexible y transpirable... recomendable y facturable, que reconforta al ignorante con las señales donde hay que golpear.
Si el humano es grumo y mundano, si ha ligado con la masa, si hace en casa la colada, si mancha el mundo con las vainas o le pone metralla a su derecho de ser individuo...
Si salta como un insulto la necedad de esa codicia intelectual organizando el mundo como si de piezas se tratase, como si étse se dejase construir al gusto, para que la ilusión del infante no decaiga, para que se hagan de la vida ficciones inchables, regalos de dioses, fractales sencillos...
Las preocupaciones adquiridas por lo social y laboral suplantan a las propiamente existenciales, a las importantes por cuenta propia, por objetiva subjetividad que con el caos y una verdad, encontramos en los contrarios el equilibrio de la belleza en guerra consigo misma, y no tenemos reina que organiza la colmena pero untamos con jalea la nuez que representa a las abejas...
El formato hombre desgastándose en favor del ente, es evidente que la proporción de poder es quien ofrece el deber y los derechos al individuo que lo tiene, que la sutileza del protocolo revoca a su antojo la vida, que la pacificación es una guía que venden cuando pones las noticias, en la entrada a las iglesias o en los discursos sobre una mesa llena de botellas de ron.
¿Armarse de valor es una opción literal, si vas a arrancar con la palabra diplomática la apestosa mafia que obtura la salida respiratoria del pueblo que destrona reyes sin corona.
¿Quién abusa del mandamiento "no matarás"?, ¿quién tendrá que ser igual al otro para demostrar que la verdad es devastadora?, ¿quién perdona los deberes al que ofrece resistencia?, ¿quién tiende el poder hacia un saberse derrotado?, ¿quién puede devastar si está armado?, ¿quién lo ha llamado  guerra cuando un pueblo lucha contra su estado?

¿Qué ley es la que regenta mis deberes y derechos?, ¿quién la aprueba y manosea, quién propone y la receta?
¿Ésto es asunto de la educación?, ¿del volante y el sello?, ¿de los gestos del absolutismo organizado?...

Recibimos respuestas violentas, respuestas de guerra uniformada si pedimos en masa.
Se planta una casa al borde de un banco, se atiende a los niños desde el mismo peldaño, ¿quién debe llevar palos?, ¿quién casco para protegerse?
porque acabamos.......................................
perdidos de sangre...............
Una orden armada contra las manos blancas que arden en llamas sin orden...............

Revoluciones,
el coste de la guillotina,
la victoria, siempre honrosa, siempre escribiendo la historia torciendo su brazo.

La plaga de las calles, la cuchara y el vasallaje de la clase política, el colono, el campesino, el terrateniente, los molinos de viento, el dinero en especias, la pernada feudal a derechas e izquierdas, la renta natural, el coste y el impuesto anual, la pulsión anal de cultivar opresión, la ley de presión y realojamiento del contenido, los circuitos donde prospera documentar al ciudadano maldito, el capitalismo obsesivo, lo excesivo de la producción, la comunidad de hermanos pegándose tiros en un ciclo de cine y terror..

Masa y cadenas para un ecosistema que autoregula sus funciones sin necesidad del gesto para el acuerdo ni el puesto diplomático.

Estamos enfangados,
comprando y vendiendo veneno... 

autosatisfacernos en un tiempo y una dimensión individual donde la espiritualidad de doble cara por un lado pega, por el otro está clavada con su propia incongruencia en una estaca, en lo alto de un cerro, mientras  consume el método para alcanzar el pan y el valor del peso que tiene.
Los recursos tras rejas imaginarias
el que acata y clava la punta
siempre rendidos, sumidos, aleccionados 
en resolver con la impotencia la disculpa 
de que la abeja reina sufre 
la gordura del espanto.

El orden de las tejas, el techo de venta, la ciudad que se cuenta en unidades de millar, 
la modificación genética que  representa tener tierra legal o no entre las piernas,
la quimera de cultivar lo militar que a su vez el cual controla al creador,
el plantón que nos han dado, la burocracia arraigando, consumiendo,
ser extranjeros dentro de la propia ideología, ideólogos de orgías,
poderes y política,
vidas nimias que se simplifican dividiendo,
agujeros negros que apuntan con un arma, estrellas comiendo su propia ignorancia, sus propias cadenas,
las legañas de las leyendas urbanas donde se separaban los poderes,
quién manda,
las reglas y el miedo, 
voluntades, 
descuentos, 
el diseño del palo,
la corbata, el ahorcado, 
la realidad del caos y su protocolo hermanado con la libertad desvergonzada, obstinada por cambio.

¿Quienes somos?, ¿qué herramienta?, ¿qué ente concentra la especie, la especia, el género, el movimiento de la masa votante cuando en el restaurante se paga la cuenta? 
La secta del segundo, 
la recta que traza la realidad sin disgustos,
la dimensión plana de la mecánica adquirida,
las facultades para el instante y su voto.

El bote cóncavo o convexo,
a quién nos comemos,
la estrategia de los medios de comunicación para acomodar el derramamiento de sangre y sus derechos, 
la transmisión de las alertas,
la transición de la información que manifiesta o no la existencia de las cosas,
la imagen maleable que nos inyecta desidia o guerra y la particularidad de hacerla nuestra.

Y despierta el interrogante flemático preguntando por qué el todo se ordena insultando a la inteligencia más básica,
y se desborda la palabra incubada en los sótanos llenos de almas esperando que su cuerpo vuelva a casa después del trabajo,
y a plena luz del día las alcantarillas vomitan las vísceras de las religiones,
tan pobres,
tan ricas,
y se va solidificando una cultura vacía de hombres,
y la lógica es tan sólo un concepto,
y la voluntad de poder sigue sabiendo a derrota
y es entonces cuando las acciones han de saber a todos nombres, a todas las voces, 
humanidad apelmazada, 
a la identidad de la verdad enredada a nuestra efímera vida.




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