Los hábitos de una-vez-una-boca, la sombra de aquel beso, el desenlace tan usado, ordinario, diario, descompuesto.
Segmento maltrecho entre senderos de cable, recuerdos del sastre que confecciona la lívido, el brillo inasible, las transfusiones de instantes, la sangre más fría, el coágulo vivo.
Mercurio en los campos sembrados de lunas, el rojo embistiendo, los corazones hediondos, mientras la toxina sombrea implacable las figura que se amarran a vivir sin contornos.
Saben a cielo contra el terreno comanche, contra la consagración de la moralidad dual y efímera, contra el grito nacional que exilia a ciudadanos, contra el maltrato con matices...
Y mastico, rumiante, mis pilares de teta, la leche cortada, las trazas de niña...
Un saludo a mis entrañas,
una ventana en construcción
la producción del platonismo
el abismo de los nombres
nominalismos activos,
diccionarios vivos infectos de caries,
reciclaje de papeles,
guerra de tinta y cascos azules.
Querer con su pira,
desentrañar los instantes,
el goteo
el aliento
originar nacimientos.
Partículas raras
explosiones y hondas
presiones sin masa
hombres sin sombra.
Lo que la realidad va engullendo
la piel de los verbos
el sabor del sonido
los pies de la memoria
la forma que tiene de tocar con sus dedos una historia.
Un teléfono colgando de las nubes
los rayos de sol perforando las paredes
un mundo sin otros
los escollos del aislamiento.
Los túneles abiertos a la sangre, ahogando en oxígeno lo más ambiguo del espíritu, donde se cimentan los nudos y primaveras emborrachándolo todo.
La carga de los años, exonerarnos tras la guerra, las moras francesas, los tambores de una selva seca rosa pálido, los huesos dentro un saco, el sonido al golpear, la mitad que se perdió, exportaciones de alivio, la última pestaña, destrozar la palabra con el ideal egoísta y ser como sólo uno se priva porque la idea de tí me fascina, con el acento innecesario.
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